¿INSULTAR ES UN DERECHO?

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Muchos jueces a través de sus respectivas sentencias y muchos juristas de prestigio sostienen que el derecho al insulto no existe ni está amparado por la libertad de expresión. Es más cualquier demócrata o persona de bien sabe que el insulto es una perversión de unos pocos y que la epidemia no frena porque los insultadores (unos con algo de gracia y otros sin ninguna) se retroalimentan con el aplauso y habitan un oasis de impunidad porque, para responderles hay que ser como ellos y es algo que muchas personas evitamos, no porque no tengamos argumentos para responder, sino porque en muchos casos que se insulta un argumento y el contrario el insultador se insulta a sí mismo y a su inteligencia que habitualmente suele ser poca.

Es difícil combatir contra el tiempo y la dedicación que da el odio, el resentimiento, la envidia y el narcisismo, por eso muchos decidimos no perder nuestro tiempo en leerles y mucho menos en preocuparse por los insultos y mucho menos por responderles.

Las iras de los insultadores va en proporción inversa con su educación y los repuntes de su odio suelen ser más elevados cuando no tienen razón, cuando no consiguen sus objetivos o cuando no tienen el apoyo y el aplauso fácil del destinatario de sus insultos, ahí debemos estar preparados porque los insultadores se vienen arriba.

Como veis, insultar es un arte. No es lo mismo imbécil que tonto o gilipollas. Hay que saber donde están los matices y usarlos de forma que le aportes una dosis de congruencia al insulto.

Eso sí, cualquier “loro parlante” aceptaría de muy mala gana no ya un insulto, una crítica o cualquier simple comentario sin mayor importancia ya que, su  principal y único principio es “Lo ancho para mí y lo estrecho para ti” porque una vez atraídos por la sangre de la discrepancia los insultadores profesionales acuden en masa y multiplican sus mensajes.

Feliz día del insulto que en esta bendita profesión son todos los días!

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